Esta mañana recordé una conversación que tuve el verano pasado. Estaba en la piscina con una amiga también opositora, estabamos nerviosas porque aún no conocíamos los resultados de la oposición a la que nos habíamos presentado la semana anterior. Ella me preguntó qué haría después, cuáles serían mis próximos objetivos. Esto fue lo que conteste:
» Lo único que tengo claro es que si mi vida no me gusta y no cambia… la haré cambiar».
Estas palabras sonaron de nuevo en mi cabeza esta mañana mientras me duchaba, llegando de imprevisto, sin esperarlo. Me estaba arreglando para ir a la biblioteca de Londres desde donde escribo.
A veces me sorprende el efecto de nuestros pensamientos.